sábado, 7 de diciembre de 2013

Publicaciones




En esta semana coinciden en la salida dos textos de mi autoría, por si alguien está interesado. El primero es: “Concha García: de la deambulación del verso a la disolución subjetiva”, en Antonio Agustín Gómez Yebra (ed.), Estudios sobre el patrimonio literario andaluz (V). Homenaje al profesor Cristóbal Cuevas; AEDILE, Málaga, 2013. El segundo trabajo es “Sujeto a réplica: el estatuto narrativo del sujeto palimpsesto y formas literarias de identidad digital”, en Jesús Montoya Juárez y Ángel Esteban (ed.), Imágenes de la tecnología y la globalización en las últimas narrativas hispánicas; Iberoamericana Vervuert, Madrid 2013.



De este último incorporo a continuación algunos párrafos, por si estimulan a la lectura:



Sujetos a réplica


No preguntes por qué ya no eres nadie, sólo unos fragmentos pixelados, unas pocas imágenes inservibles, letras que nada significan, signos vacíos.
Diego Doncel (2011:114)

¿Dónde descubrir en el mundo un sujeto metafísico?
Ludwig Wittgenstein, Tractatus, 5.633

Pero más bien quisiera creer que la idea de la personalidad absolutamente libre y la de la personalidad peculiar no son la última palabra del individualismo; antes bien, que el incalculable trabajo de la humanidad logrará levantar cada vez más formas, cada vez más variadas, con las que se afirmará la personalidad y se demostrará el valor de su existencia.
Georg Simmel (2001:424)


La Cyclosa Mulmeinensis es un espécimen de arácnido excepcional. Cuando acaba de tejer sus redes construye, en tres dimensiones, una réplica de sí misma. A partir de restos, basuras y pequeñas secreciones levanta una copia corporal a tamaño real, del mismo volumen, con la misma tonalidad, con idénticas forma y apariencia. Según los científicos chinos Ling Tseng y I-Min Tso (2009), que han estudiado la especie, el objetivo de esta maniobra replicadora (variante de lo que en biología se llama mimetismo batesiano) no es evitar a los posibles depredadores, sino dirigirlos hacia un objetivo falso. Este mecanismo de defensa de la Cyclosa recuerda a un extraño proyecto que surgió circa 1917 para construir un París alternativo, cuyo único propósito consistía en ser destruido por los bombardeos alemanes en lugar del original. En aquellos tiempos, cuando todavía no existía el radar, los bombardeos se hacían a simple vista. El objetivo era construir una réplica de la ciudad lo suficientemente grande como para atraer las bombas:

The story of Sham Paris may have been “broken” in The Illustrated London News of 6 November 1920 in a remarkably titled photo essay, “A False Paris Outside Paris—a ‘City’ Created to be Bombed”.  There were to be sham streets lined with electric lights, sham rail stations, sham industry, open to a sham population waiting to be bombed by real Germans. It is a perverse city, filled with the waiting-to-be-murdered in a civilian target.  Sham Paris seems to me like a reverse city.  And a reverse city in the manner of the cities created by the guilty Cain and Romulus—these two were murders who created cities; Sham Paris is a city of created murders to save the innocent.[1]

Recordemos que, durante la primera Guerra del Golfo, en 1991, los aviones estadounidenses destruyeron multitud de tanques de cartón que los iraquíes habían diseminado por el desierto. El objetivo, como el de la Cyclosa, no era evitar el ataque, vano empeño ante un enemigo muy superior, sino hacerlo inútil, lograr que el enemigo gastase la pólvora en salvas. La Cyclosa, por tanto, es una excelente estratega y una excelente constructora. Ha aprendido a disfrazarse de ella misma, a ser una réplica de sí.


 
(...)

El reconocimiento social es una parte del proceso constructivo de la identidad muy importante, y desde el primer momento constituye, como apunta Honneth, no una libertad –como podría pensarse, en el sentido de fundar un espacio político de influencia– sino todo lo contrario, una limitación: “una persona o un grupo es reconocido mediante la aplicación de determinaciones de cualidades o atribuciones de identidad que son experimentadas por las personas o los miembros del grupo como restricción del espacio de juego de su autonomía”[1]. Internet, como exponíamos en Pangea y El lectoespectador, ha terminado con esa identidad cercenada. Plantea, en realidad, el reconocimiento en la forma berkeleyana del esse est percipi y propone una posibilidad infinita de recomenzar el juego identitario y de reinventarse desde la otredad digital (seudónimos o avatares) o desde la notredad digital (anonimato). El estatuto digital, por su volatilidad, por el hecho de estar sometido a la dictadura de lo nuevo y estar marcado por la dificultad de concitar la atención debido a la vastedad de la oferta, necesita ser continuamente renovado. Uno debe actualizarse, contarse mediante updates o actualizaciones de su estado. Como ha explicado Raúl Minchinela, “la narración mediante updates no es sólo una nueva herramienta literaria: es un indicador de nuestro tiempo; el arma que enarbolamos como la modernidad mientras simultáneamente nos borra el pasado inmediato. Convertir tu vida en titulares te aplica el conocido adagio sobre los diarios: no hay un periódico más viejo que el de ayer. Nos estamos quedando sin historias. Eso cabe en un update(2009). Si la narrativa reciente es, en cierta forma, un espacio de simulación autorial[2], es comprensible que exista una relación natural entre las ficciones narrativas de autor y la ficción personal facilitada por la dúctil identidad digital. Desde ese punto de vista el ciberespacio aparece como un campo de juegos identitario aunque el juego, en estos temas, suele ser bastante en serio, como ha visto el narrador argentino J. P. Zooey:

En estos tiempos el hombre disuelve su identidad de barro en fluidos perfiles informáticos. Deshace su único nombre en múltiples nicks. Su sexualidad deviene en identificación provisoria con emoticones mutantes. Y cuando el punto G se pulsa en un joystick, en la pantalla explota extasiado un ser que no es ni hombre ni mujer. El retrato estable se disgrega en granos de Photoshop hasta ser otro, y luego otro, en constante devenir (2009:42-43).

Erving Goffman describió tempranamente en Presentation of Self in Every Day Life (1959), los procesos performáticos por los que nos presentamos en público y nos singularizamos identitariamente. A su juicio, el modo de re-presentarnos es muy similar a lo que sucede en la representación teatral: “whatever it is that generates the human want for social contact and for companionship, the effect seems to take two forms: a need for an audience before to try out our vaunted selves, and a need for teammates with whom to enter into collusive intimacies and backstage relaxation” (1959:206). Interpretación de un papel más interacción personal relajada: estos parecen ser también los resortes que mueven la comunicación en las redes sociales. Respecto a la interpretación actoral, de hecho, hay incluso aplicaciones informáticas que permiten la creación de una película del yo (http://www.timelinemoviemaker.com/) y de un museo de mí partiendo de la información volcada en Facebook. En la descripción del programa The Museum of Me (http://www.intel.com/museumofme/r/index.htm), se lee: “Esta exposición es un viaje de visualización que explora quién soy”. La impresión que intenta generarse en el internauta-consumidor es que su vida no sólo es novelable, como decían los antiguos, sino que también es rodable, convertible en espectáculo cinematográfico[3], y que es digna de guardarse en un museo, como formas santificadoras del egocentrismo de archivo. En el mismo sentido, lo que Facebook llama la “biografía” es también una especie de fotonovela del periplo autobiográfico, mitad discurso, mitad espectáculo.

(...)


[1] Y continúa: “Esto significa que un reconocimiento normalizante no puede motivar el desarrollo de una imagen de sí mismo positiva que conduzca a una asunción voluntaria de tareas y privaciones decididas por otros”; Axel Honneth, “El reconocimiento como ideología”, Isegoría nº 35, julio-diciembre 2006 [pp. 129-150], pp. 141-42.
[2] “El fingimiento y la simulación están en la base del comportamiento humano y forman parte de los fundamentos creativos de las autoficciones”; Manuel Alberca, “Finjo ergo Bremen”, en Vera Toro, Sabine Schlickers y Ana Luengo (eds.), La obsesión del yo. La auto(r)ficción en la literatura española y latinoamericana. Madrid: Iberoamericana / Vervuert, Madrid, 2010, p. 32.
[3] “(…) cada vez más evaluamos nuestra propia vida ‘según el grado en que satisface las expectativas narrativas creadas por el cine’, como insinúa Neal Gabler”; P. Sibilia, La intimidad como espectáculo; Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, p. 60.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Extraordinario ensayo.

Miguel Ángel García González dijo...

Sé que lo que voy a decir no tiene mucho que ver con la entrada, pero sí con el título.
Estoy leyendo con gusto otra publicación tuya, el libro Singularidades: ética y poética de la literatura española actual, y me ha sorprendido gratamente que un crítico literario tenga la valentía de hablar de la falta de conocimiento, por parte de los escritores de poesía en este caso, del paradigma científico en que nos encontramos.
No obstante, creo que la percepción que se tiene de la física nueva está bastante desfigurada por la falta de comunicación entre el mundo de las artes y las ciencias.

Me gustaría desmontar un par de clichés:
Primero, Einstein no contradijo a Newton al elaborar su teoría, como la idea de la curvatura terrestre no contradice la geometría plana de los griegos. Yo diría que una teoría asimila a la anterior, formando la primera parte estructural de la segunda.

También me gustaría apartar un poco la visión de la física y de la física cuántica como ruptura última de la realidad. La física ya dejó hace mucho de ser física experimental moviéndose al terreno puramente teórico, es decir, matemático (la relatividad dentro de la geometría diferencial y la física cuántica dentro de los avances en análisis funcional, sin olvidar la teoría de cuerdas que tiene más que ver con la geometría algebraica). Desde este punto de vista, creo que los verdaderos revolucionarios de la ciencia son esos seres condenados perpetuamente a la sombra de los físicos, que no han sabido divulgar lo suyo, y que tampoco han recibido mucha atención por parte de la filosofía.
A modo de reflexión personal, me gustaría que en un futuro personajes como Boltzmann o Feynman fuesen tan conocidos como Grothendieck o Weil

Gracias por el blog y por una lectura tan interesante!

Vicente Luis Mora dijo...

Señor García González, le agradezco mucho su interesantísima aportación y sus palabras. En mi caso no creo que la física sea una "ruptura de la realidad", ni recuerdo haber sostenido tal cosa. Más bien creo que la realidad venía rota de casa. Como ya he dicho en otros lugares, no soy científico, y me limito a utilizar la ciencia para crear analogías. Le agradezco sus explicaciones. Por cierto, que si puedo esta misma tarde colgaré otro texto en el que hablo de la ciencia desde una perspectiva muy diferente, que quizá le interese. Saludos y gracias.

Miguel Ángel García González dijo...

Gracias por la aclaración, como dices en el texto se refiere más a un ataque al realismo, o la forma de interpretar y representar la realidad (con intención de reproducirla fielmente).
Me parece muy enriquecedor que alguien ajeno al mundo científico hable de ciencia, creo que hay que perder ese miedo a conectar la ciencia con la cultura humanística.
Estaré al tanto del blog pues, gracias!