domingo, 27 de enero de 2013

Televisión por otros medios





Una de las cosas que más me sorprendió de la recepción de El lectoespectador fue que al menos dos de los críticos que se ocuparon de él mostraron su extrañeza ante el hecho de que se incluyera un ensayo sobre televisión, alegando que parecía anacrónico frente al resto. Como si la televisión estuviese ya pasada de moda o no siguiese siendo fundamental. Parece que piensan a la manera del narrador omnisciente de Mario Crespo en su novela Biblioteca Nacional (2012), para quien “en el mundo de hoy la tele se ve en YouTube, el periódico se lee en formato digital y los amigos se hacen en redes sociales como Facebook”[1]. Chocaba más todavía cuando una de las recensiones venía firmada por el autor de dos recientes libros sobre series de televisión. Y digo que choca porque las series televisivas, uno de los fenómenos narrativos más difundidos y exitosos de nuestro tiempo, por más que se vean ilegalmente vía Internet, están siempre pensadas, diseñadas y concebidas para la televisión; incluso en ocasiones su estructura gira alrededor de las pausas publicitarias obligatorias en la pequeña pantalla. Y en aquellas donde no hay publicidad, está siempre la limitación “metafísica” de los 50-60 minutos de duración, muy televisiva (en absoluto cinematográfica), una frontera puramente televisiva, que sólo es sobrepasada en casos excepcionales (como en los episodios finales de una temporada). De forma que todo en estas series es televisión pura y dura. Y hoy en día son una de las formas de consumo cultural más difundidas e incluso respetadas[2] en los últimos tiempos, como es natural, debido a la altísima calidad de alguna de sus manifestaciones.

Precisamente, el fenómeno de las teleseries viene a demostrar que la televisión está más viva que nunca y que no pierde importancia. Ello llevó a Eloy Fernández Porta a hablar de las “series de esta nueva Era Dorada de la televisión”[3]. Sí, es cierto que hay mucha gente que apenas se sienta delante de un televisor, yo entre ellos, pero eso no quiere decir que lo visto en streaming a través de la Red no sea televisión emitida por otros medios. Por no hablar de que muchos acontecimientos de gran trascendencia social (mundiales de fútbol, olimpiadas, partidos de tenis, Eurocopa, etc.), deben seguirse por la pequeña pantalla porque las páginas de difusión por streaming quedan inmediatamente saturadas. Estamos hablando de fenómenos que concitan la atención de millones o cientos de millones de personas y que es imposible seguir con imagen vía Internet.

En Narrativas transmedia (Deusto, 2013), el libro de Carlos Scolari que estoy leyendo estos días, se recogen varias entrevistas con algunos protagonistas de los cambios narrativos en los medios audiovisuales. Uno de ellos, el productor Mikel Lejarza, señala que “hacer contenidos televisivos o radiofónicos que carezcan de elementos transmedia sería como hacer televisión en blanco y negro (…) La televisión, tan denostada por algunos, ha sido el medio que mejor se ha adaptado a los nuevos lenguajes, y de ahí que esté mejor que la prensa o el cine, que tienen enormes dificultades para hacerlo”[4]. En efecto, se cierran cabeceras de periódico o pasan a la Red, y se hacen menos películas, pero ninguna cadena de televisión desaparece; si acaso, es absorbida por otra y su licencia de emisión es rápidamente ocupada por otra naciente. Pero regresemos al elemento creativo, apuntado por Lejarza, de renovación de lenguajes: algunas series televisivas están llevando a cabo una auténtica revolución expresiva, desde Breaking Bad a American Horror Story pasando por la ya clásica Lost, que no tardará en tener repercusión en el modo en que lo narrativo es entendido en nuestros días. El único enemigo serio de la televisión no es Internet, que en realidad la multiplica y consolida como generador de contenidos que luego la red transmite, sino los videojuegos. Pero esa es otra historia.

De hecho, es abrumadora la cantidad de literatura actual que tiene a la televisión en el foco de su eje narrativo: La mendiga (2000), de César Aira[5] y Rating (2011), de A. Barrera Tyzska, se construyen con las telenovelas como fondo; Los muertos (2010), de Jorge Carrión, y Aire nuestro (2010), de Manuel Vilas, con las series o la programación televisiva como eje estructural. En 2666 (2005), de Roberto Bolaño, "La parte de Fate" contiene una importante presencia televisiva. En la reciente Show Time (Lost Coast Press, 2012), de Phil Harvey, que imagina un reality show de supervivencia en condiciones extremas (un poco al estilo de Hunger Games). Por no hablar de la importante presencia que tiene el medio en novelas como A.B.U.R.T.O. (2011), del mexicano Heriberto Yépez (que además le dedicó el ensayo Contra la tele-visión); Fabulosos monos marinos (2010), de Óscar Gual; El público (2012), de Bruno Galindo; Sonría a cámara (2010) de Roberto Valencia, o en relatos como “Por culpa de la televisión”, de Germán Sierra (Alto voltaje, 2004). En la novela de Carlos Gámez, Artefactos (Sloper, 2012), un espíritu utiliza la televisión para comunicarse con el personaje (p. 40). Incluso en poesía encontramos ejemplos recientes (podríamos citar textos de Raúl Quinto, Cristina Morano o Sergi de Diego Mas), entre los que espigamos este poema de Marta Agudo:

Pongo la tele y sonrisas húmedas. Zapping de orden y museos. Animales ejecutados y orejas desalojadas. Correas tras espasmos de gloria, segundos de pedestal y la destreza del suelo. Como en un truco de magia, cada ficha se recoloca en su casilla hasta el pistoletazo del día siguiente. Ciudad peregrina pero en orden, albergas películas y santuarios, frecuencias que sin rozarse construyen la veracidad de un mapa…[6]

El televisor como objeto está perdiendo lugar e importancia en los hogares, esto es cierto, a pesar de los intentos de revitalización provenientes del 3D. Pero mientras el electrodoméstico “televisor” decae, la televisión como generador se reinventa, se invisibiliza y disuelve, inteligentemente, dentro de la pantalla como concepto aglutinador, como realidad mayúscula y vital (Laura Borràs[7]) que ha terminado por incluir en sí al televisor, a Internet, a los móviles, al libro electrónico, etc. La pantalla no es sólo un “soporte” o un “canal”; es una interfaz con el usuario que ha terminado por ser el modo de recibir la información que el sujeto necesita y que no está en su inmediato entorno físico (sea práctica o de entretenimiento, profesional, intelectual o de ocio). No vemos Internet, ni televisores, ni tabletas: lo que vemos en todo momento son proteicas pantallas en que cualquier tipo de contenido puede aparecer, y muchos de ellos, y no los menos atractivos, siguen siendo producidos por cadenas de televisión en formato televisivo. En consecuencia, sola en compañía de Internet, que al englobarla y difundirla la refuerza, la televisión sigue teniendo una importancia sociológica y aun estética fundamental, y en buena medida sigue configurando los hitos más relevantes del imaginario colectivo.


[1] M. Crespo, Biblioteca nacional; Eutelequia, Madrid, 2012, p. 59.e
[2] “Actualmente hay series de televisión, fundamentalmente norteamericanas, de una altura narrativa sobresaliente. Las películas son una suerte de versión audiovisual de los cuentos, de los relatos cortos, mientras las series de televisión se han convertido, a mi parecer, en el equivalente a las novelas, a las novelas en el sentido más decimonónico y auténtico del término, las de mucho antes del ‘Noveau Roman’ y todas esas cosas”; Ángela Vallvey, “El hombre del corazón negro”, Cuadernos Hispanoamericanos, nº 729, marzo 2011, p. 26.
[3] Eloy Fernández Porta, €®O$. La superproducción de los afectos; Anagrama, Barcelona, 2010, p. 34.
[4] Carlos Scolari, Narrativas transmedia. Cuando todos los medios cuentan; Deusto, Barcelona, 2013, p. 35.
[5] En Las conversaciones (2007) también concede Aira gran protagonismo a la televisión.
[6] Marta Agudo, 28010; Calambur, Madrid, 2011, p. 41.
[7] “De hecho ya es una realidad que gran parte de nuestras vidas transcurre entre pantallas, que hemos aprendido a relacionarnos con ellas leyendo, mirando, viendo, ignorando elementos visuales que nos estorban en nuestro propósito, tocando, escuchando… O sea que puede que leer en digital, con un verdadero aprovechamiento de las posibilidades del medio represente, en función de los objetivos artísticos, leer más”; L. Borràs, “Nuevos lectores, nuevos modos de lectura en la era digital”, en Salvador Montesa (ed.), Literatura e Internet. Nuevos textos, nuevos lectores; Universidad de Málaga, Publicaciones del Congreso de Literatura Española Contemporánea, Málaga, 2011, p. 47.



26 comentarios:

Luis Ángel Abad dijo...

Brillante la figura de esta especie de difuminación del apantallamiento, repleta de implicaciones sociopolíticas por las potencialidades del propio medio.

En general hay un clima de desdeñar diferentes intentos de análisis sobre los medios actuales, como algo de lo que se está de vuelta, aunque en el fondo no ha habido auténtico debate (público se entiende) sobre el tema.

Lo que parece pasado de moda no es ya el propio medio televisivo en particular, sino el ejercicio del pensamiento crítico sobre lo que vemos en general. Pero claro, si para empezar lo llamamos "consumo de contenidos"...

Es como una apotéosis de una tendencia marcadamente irracional, a la que estamos invitados como espectadores. Preocupante en el espectador medio, pero mucho más cuando se da en el crítico, el académico, o el especialista del tipo que sea.

Una duda concreta por ejemplo, tras el desenlace de Fringe, ¿era todo una enorme parábola sobre (la seguridad en) Nueva York? Ahí lo dejo.

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias por el interesante comentario. Me proponía un rápido apunte sobre la importancia de un medio, no un detenido y sosegado análisis sobre su ontología ni, mucho menos, no todavía, sobre sus consecuencias ideológicas. Todo se andará. Saludos.

Jónatan Sark dijo...

Vaya cacao...

Empiezo negando la mayor: Que algo se cree para emitirse en canales de televisión no lo convierte en televisión de la misma manera que nadie afirma que al leer "Los tres mosqueteros" se estén leyendo periódicos.

¿Afecta el soporte a las particularidades de la obra? Por supuesto. Pero que se emitan anuncios en televisión no significa que se construya alrededor de ellos del mismo modo que los intermedios del teatro no son considerados como los que provocan su estructura.

Lo de la longitud de los episodios sólo es cierto si nos limitamos el horizonte a Estados Unidos. Y ni tan siquiera, dentro de las cadenas fuera del cable, incluso del básico, se pueden encontrar series como Sons of Anarchy que llevan su título hasta la cambiante y algo excesiva duración de sus episodios. Y si miramos a nuestros vecinos de Inglaterra, sin ir más lejos, podemos encontrar series con capítulos de 90 minutos -Pongamos "Sherlock" por ser tan conocida- junto a otras como Luther que cambia la cantidad de episodios y su duración a conveniencia de los allí implicados.

Siguiente asunto que es absolutamente falso: Que la calidad de las series sea un asunto moderno.

Algo que dejaría fuera del saco de la calidad a producciones como "Yo, Claudio", "All in the family", "House of Cards", "Canción triste de Hill Street", "Wise guy","State of play", "Lou Grant"...

Series de enorme prestigio -fundamentalmente en los países que SÍ tienen sus "Estudios culturales" al día- y cuya apreciación y redescubrimiento viene de un punto bien diferente:

El cambio tecnológico.

Jónatan Sark dijo...


La aparición de dos tipos de tecnologías, de hecho, porque por un lado están las de reproducción con pequeños aparatos que pueden ir de un a otro lugar y ofrecer una calidad razonable para el visionado. Quizá no la ideal, pero tampoco el amarillento papel pulp era el más indicado para los miles de bolsilibros que albergó.

Compitiendo por ese lugar fundamental del movimiento tecnológico está el gran olvidado: La tecnología de almacenamiento.

Igual que la llegada del vídeo doméstico modificó el consumo de películas, la llegada del DVD primero -que reducía de forma radical el espacio en el que estaba almacenado, por ejemplo el "Monty Python's Flying Circus"- y la aparición de los archivos digitales de internet han facilitado la movilidad y el acceso a algo que, en tiempos, dependía de que uno estuviera delante de la televisión o, en el mejor de los casos, de su pericia programando el vídeo.

Así, las posibilidades conjuntas de acceder y transportar al contenido a voluntad del espectador y poder reproducirlo cuándo, cuánto y cómo se quiera -siendo uno el que marca los tiempos de visionado y cuándo se producen las pausas, no la tele- feliz por el cambio de papel de telespectador pasivo a activo.

Por lo demás, textos sobre televisión los ha habido desde que esta existe, reflexiones sobre la misma también, aunque casi siempre para deplorar sus tópicos o su carácter adictivo. Y ahí está el episodio "El televisor" en "Historias para no dormir" del año 1974.

-Lo que me da pie a recordar que esta serie fue el precedente del telefilm "La Cabina", ¿a esta también le negamos la calidad?-

Cita usted "Hunger games" dentro del contexto de los Realities, quizá olvidando que cuando aparecieron se decía que era como adaptaciones a la televisión de "Diez negritos", y de nuevo olvida que ese tipo de "juegos peligrosos" ya se usaban desde tiempos de los gladiadores, y que el referente más habitual para los libros de Suzanne Collins suele ser "Battle royale", una novela japonesa de 1999. "Supervivientes" se estrenaría en USA al año siguiente y en Japón en 2002.

Por cierto, si quiere una buena historia con la televisión de fondo échele un ojo a "Saga" que el francés Tonino Benacquista publicó en 1997.

Así que ya ve, ni es tanta ni tan reciente la influencia, ni la movilidad del formato, ni -desde luego- la calidad de su ficción.

Lo que ha cambiado es, fundamentalmente, la tecnología.

Vicente Luis Mora dijo...

Contestaré a su texto, aunque su falta de educación, comenzando una conversación con alguien que no conoce diciendo “vaya cacao”, merecería quizá el silencio. Pero bueno, que no se diga que no hablo con todo el mundo, maleducado o no. Atribuye usted a mi texto conclusiones que no aparecen en él. En primer lugar, que haya buenas series ahora no significa que no las hubiese antes, de mi texto es imposible deducir otra cosa. Conozco esas series que cita y otras que no cita. Nada más que con esto se cae buena parte de su respuesta, pero sigo: había series antes, y buenos programas, pero hay una diferencia respecto a la expansión multinacional “casi” simultánea (enfatizo el casi), que ha convertido algunas series en fenómenos de culto masivo seguidas por centenares de millones de personas. La red ha ayudado, claro, pero no ha sido la única responsable. Recuerdo a la perfección que la primera temporada de Lost fue en España un fenómeno masivo y se vio mayoritariamente por televisión, a capítulo por semana. No vivía entonces en los Estados Unidos, pero estoy convencido de que sucedió de la misma forma en su país originario de emisión.
Respecto a la duración, claro que hay series con capítulos largos, pero la inmensa mayoría (y desde luego incluyo positivamente a Boss, Breaking Bad, The Wire, Twin Peaks, Homeland, Mad Men, etc.) fluctúan entre los 40-50 minutos de duración por capítulo. Cita usted dos o tres excepciones haciendo ley general de la excepción, algo metodológicamente insostenible.
Y la emisión de publicidad sí afecta al montaje: tras la pausa publicitaria, la escena arranca un poco “antes” de donde la narración había terminado, para que el espectador recupere mentalmente la escena. Si se pone todo seguido –como a veces pasa si el visionado es en DVD y no se reedita teniendo esto en cuenta-, el resultado es ridículo, parece mal hecho, con planos o secuencias que aparecen dos veces.
Y, en consecuencia, siendo televisivas y pensadas para su emisión en TV, da igual el soporte (DVD) o canal (Internet) en que se almacenen o distribuyan. Sí, yo vi Twin Peaks en DVD, pero cada uno de esos discos contenía televisión en estado puro, el soporte no les afectaba. Sí afecta a la “experiencia” de contemplarlas, pero eso es una consecuencia posterior (y distinta) a su estructura de construcción, que es televisiva sin más.
Y conozco la bibliografía sobre televisión, no le quepa a usted duda. Durante tres años pensé que mi tesis doctoral versaría sobre manipulación de la información televisiva, y estuve leyendo y haciendo fichas de esos libros que cita usted y de otros 300 libros e innumerables artículos, hasta que cambié de tema de investigación. Agradezco su intento de culturizarme, aunque llega usted doce años tarde.
Saludos.

Anónimo dijo...

Si me permiten, me meto un momento en la discusión para aclarar una cosa:

"Respecto a la duración, claro que hay series con capítulos largos, pero la inmensa mayoría (...) fluctúan entre los 40-50 minutos de duración por capítulo."

No del todo. En España mismo tenemos series de 70 minutos. Las series cómicas anglófonas suelen durar unos 20-30 minutos. Las series japonesas un poco menos. Y la mayoría de las series de animación no llegan ni a durar diez minutos.

Los ejemplos que elige en el párrafo que cita son muy concretos: todas son norteamericanas, todas son ficción dramática en imagen real, cinco de las seis son muy recientes. No creo que sea una buena muestra estadística para afirmar a la ligera que "la mayoría" de las series duran 40-50 minutos, porque series hay de muchas clases y en muchas culturas y formatos, y se consumen de distinto modo.

Vicente Luis Mora dijo...

Ni las series japonesas ni -desde luego- las españolas están incluidas en ese boom transnacional del que hablo. Son los fenómenos masivos los que, como es lógico, marcan el imaginario colectivo de un tiempo. Las excepciones no marcan ningún imaginario fuera del individual. Dudo mucho que esas series que cita se descarguen masivamente por Internet o se compren en DVD fuera de Japón o de España. Ojalá fuese así y ojalá lo sea en un futuro. Saludos y gracias por participar educadamente.

Anónimo dijo...

Tengo que volver a insistir porque me temo que se equivoca.

En el caso de series japonesas tiene varios y populares casos de éxitos trasnacionales: seguro que conoce Dragon Ball o le suenan Naruto o One Piece, que se consumen por igual en Japón, que en España, México o Canadá, no solo por descarga, en televisión o en dvd, sino con toda la parafernalia (manga, películas que rellenan huecos en las historias, etc) con el que se les asocia habitualmente.

Tal vez sean series que no salgan con la misma asiduidad en suplementos como The Wire o Los Soprano, pero tienen un público masivo cuyo principal pecado para no destacar es que están dirigidos a un público infantil-juvenil.

Ahora sí que ya lo dejo. Buenas noches.

Jónatan Sark dijo...

Trataré de sonar educado para que me siga permitiendo participar.

Empiezo con una respuesta a su comentario al anónimo: En estos momentos se descarga de todo por todo el mundo. Y precisamente una de las "culturas dominantes" es la japonesa así que sus doramas -no digamos ya sus "animes" que llegaron a arrinconar a la animación estadounidense en su propio campo- deberían ser tenidos en cuenta.

Porque, y volvemos a uno de los problemas de su texto, está igualando la ficción televisiva con ficción televisiva estadounidense. Y hay mucho más.

Vamos a su respuesta directa:

> En primer lugar, que haya buenas series ahora no significa que no las hubiese antes, de mi texto es imposible deducir otra cosa.

El problema es que su texto incluye una cita de Fernández Porta “series de esta nueva Era Dorada de la televisión” y sus propios ejemplos son todos recientes.

Por cierto, dice usted:

>Cita usted dos o tres excepciones haciendo ley general de la excepción, algo metodológicamente insostenible.

En todo su texto inicial se citan un total de TRES series. "Lost" (2004-2010), "American Horror Story" (2011-) y "Breaking Bad" (2008-)

¿Lo convierte eso también en "metodológicamente insostenible"?

Pero ya volveremos a eso. Por que lo importante es que esos tres ejemplos son tan recientes que en una fecha tan cercana como 2010 estaban en emisión los tres.

Así pues, usted conocerá esas series "antiguas" pero el contexto de su texto parece no contemplarlas. Cuando parece evidente que ya "Murder One" (1995-1997), "Twin Peaks" (1990-1991), "Wiseguy" (1987-1990) o "Canción triste de Hill Street" (1981-1987) introducen en las series de los 'networks' el concepto de narración de arco largo. Y, sin embargo, no produjeron el mismo efecto que conseguimos ahora.

>hay una diferencia respecto a la expansión multinacional “casi” simultánea (enfatizo el casi), que ha convertido algunas series en fenómenos de culto masivo seguidas por centenares de millones de personas. La red ha ayudado, claro, pero no ha sido la única responsable.

> Recuerdo a la perfección que la primera temporada de Lost fue en España un fenómeno masivo y se vio mayoritariamente por televisión, a capítulo por semana.

Recuerda usted mal entonces, me temo, si echa un ojo a Lost-spain en blogia verá que no sólo la estrenaron en junio, en la época de bajas audiencias, sino que a partir del noveno capítulo -"Soledad"- comenzaron a emitirlos de dos en dos. Y si se pasa por FormulaTV puede echar un ojo a cómo se programó, con idas y venidas, en los años siguientes. Si me da su permiso yo le pongo los enlaces.

>No vivía entonces en los Estados Unidos, pero estoy convencido de que sucedió de la misma forma en su país originario de emisión.

La primera temporada funcionó muy bien, sí. Ayudado la estrategia de la cadena ABC de centrarse en sólo tres novedades: Las otras dos eran "Anatomía de Grey" y "Mujeres desesperadas" siendo esta la que se llevó de calle la audiencia. Pero luego tuvo problemas en la segunda, recuperó , etc. Está magistralmente explicado todo esto en el reciente libro de Alan Sepinwall, por cierto.

Pasemos a la duración.

Vicente Luis Mora dijo...

Claro que me suenan, es como Heidi o Ulises 21 u otras cuando yo era niño. Pero hablamos de series de animación juveniles o infantiles, no de "grandes narrativas", que es de lo que yo hablo en mi post. Es como si me pone como ejemplo a "Big Brother", holandesa y con éxito mundial. Pero es otra liga, la del entretenimiento, no se ajusta a lo que yo explico. Saludos y gracias.

Jónatan Sark dijo...

El estandar americano para las networks -Esto es: CBS, NBC, ABC, FOX y CW- es de 42 minutos. Sin anuncios, claro, para poder llenar las horas.

Sin embargo, en cable no sucede. Es cierto que en Cable básico aún tienen algunos anuncios pero eso no impide, como decía antes, a la FX darle más tiempo a "Sons of Anarchy" o "Justified". No digamos ya los canales de pago como AMC o HBO. Por eso "Juego de tronos" pasará en su tercera temporada de los 52-55 de las dos primeras a 56-58.

Por cierto, de las que ha citado "Boss" (Starz) fluctuaba de los 54 a los 60, "The Wire" (HBO) 55 a 6 y "Homeland" (Showtime) va de 50 a 60.

Le reconozco sin problemas las otras tres, aunque "Twin Peaks" sea la única de network. Claro que tres ya sé que no es metodológicamente sostenible.

Si nos logramos apartar del USAcentrismo hay incluso más variedad. Por ejemplo, los ingleses, ellos siempre han hecho lo que les ha dado la gana porque su televisión es una de las más flexibles del mundo.

Le he puesto antes tres ejemplos, le puedo poner más. "Dirk Gently" ocupaba 60 minutos sin cortes, "The Hour", irónicamente, 59 minutos, "Zen" duraba 90 minutos, "Doctor Who" pasó de emitirse mediante seriales de 25 minutos el capítulo a estandarizarse a su regreso en 2005 con los 42 de turno. Salvo sus especiales que ocupan 60. Ah, y mi querido "House of cards" ocupaba 55. La duración al servicio de la historia, no al revés.

Pero, claro, los ingleses llevan haciendo toda su vida series con arcos largos y distintas cantidades de capítulos. Aunque su estandar sea de 6 episodios.

-La cantidad de episodios también es algo a tener en cuenta. Por eso en las generalistas, las network, están ahora probando, p.ej. "The Following", esos formatos raros de menos de 20 capítulos que ya se usaba en el cable desde hace tiempo-

> tras la pausa publicitaria, la escena arranca un poco “antes” de donde la narración había terminado, para que el espectador recupere mentalmente la escena. Si se pone todo seguido –como a veces pasa si el visionado es en DVD y no se reedita teniendo esto en cuenta-, el resultado es ridículo, parece mal hecho, con planos o secuencias que aparecen dos veces.

Por eso hablaba de obras de teatro. Y podría hablar de "previously on". O de la organización de algunos libros y películas por "actos". El modelo aristotélico.

De hecho en algunos manuales explican el tipo de cortes -cortos o largos- y cómo usarlos para las series. Igual que en los seriales el viernes hay una gran revelación para que la gente se reenganche el lunes. Y en los folletines de los que hablaba antes también usaban esos mismo trucos con cliffhangers. En el libro que Lejarza y Gómez Amigo acaban de publicar explican muy bien el uso del Cliffhanger de final de temporada en Dallas, y el cambio que supuso, hasta el punto de que "Cheers" lo adaptaría para la comedia.

Si las temporadas fueran continuas no harían falta estos trucos, y quizá se resentiría la narración al no utilizarlos. Una de las críticas más consistentes a la manera en que Aaron Sorkin ha pasado de las grandes cadenas a la HBO ha sido precisamente que la falta de publicidad ha deslavazado su narrativa. Algo que me parece no necesariamente cierto teniendo en cuenta que hablamos de un autor teatral y guionista de cine... pero es innegable que su paso a la HBO no ha sido tan brillante como cabía esperar.

Lo que me lleva a preguntar, por cierto, ¿dado que los canales premium no tienen cortes para anuncios sus series son "menos televisión"?

Jónatan Sark dijo...

Ya termino.

- Por cierto, ha puesto dos ejemplos con Heidi y Ulises31 de adaptaciones literarias, con su evolución de personajes y arcos. Así que ya me dirá qué gran narrativa les falta. Ah, también hay otros animes "para adultos" como, p.ej., Cowboy Bebop. En general el anime, como el manga, tiene para todos los públicos y todas las edades.-

>Y, en consecuencia, siendo televisivas y pensadas para su emisión en TV, da igual el soporte (DVD) o canal (Internet) en que se almacenen o distribuyan.

No me ha contestado antes si "Los tres mosqueteros" es entonces periodismo. Ya sabe que Le Siècle publicó allí varias de las obras de Dumas. Y también de Balzac, su Beatrix, por ejemplo. Igual que en La Presse podían encontrarse prepublicadas historias de Gautier, Sue, Lamartine, George Sand o, de nuevo, Balzac. Y eso por señalar sólo algunos nombres de periódicos y autores.

También ingleses y españoles usaron ese modelo. Sin ir más lejos "Sin noticias de Gurb" del genial Eduardo Mendoza se publicó por entregas en agosto de 1990 en el diario El País, meses más tarde de que terminara la primera temporada de "Twin Peaks" en la televisión americana. La duración de sus capítulos y la distribución de escenas a lo largo de la semana viene delimitada por la planificación del diario.

¿Definiría, por tanto "Sin noticias de Gurb" como "Puro periódico"?

>Agradezco su intento de culturizarme, aunque llega usted doce años tarde.

Tiene usted toda la razón, lamentablemente he llegado tarde para culturizarle.

Efe dijo...

No sé si estoy de acuerdo en que sea razonable no incluir las series españolas y japonesas en ese boom transnacional del que habla, que sólo parece incluir series americanas.

Tampoco tengo muy claro que esa frontera metafísica de los 50 minutos sea tal cuando la mayoría de comedias no llegan a los 25 minutos y cuando las series españolas emitidas en prime tima sobrepasan la hora con amplitud.

Imagino que todo ello responde a que no son "grandes narrativas", distinción que no he acabado de comprender muy biem.

Quizás, con un ejemplo me lo acabe usted de aclarar... "Los tres mosqueteros", un folletín de aventuras, ¿es "gran narrativa"?

En otro orden de cosas, no alcanzo a ver que la prensa que se pasa a la red no esté adaptándose bien a los tiempos. Es decir, es posible que no lo haga, ahí tenemos el —infecto— ERE de El País como muestra, pero la aparición de internet y el consiguiente paso a la red más bien parecen intentos de adaptación perfectamente lógicos. Es más, seguramente se lea más prensa hoy que hace veinte años... Aunque no se pague por ella.

En cualquier caso, hay algo en lo que estoy en franco desacuerdo. Heidi o Ulises 31 eran series con un final programado desde inicio. Series así se hacen aún hoy día, ahí tenemos Planetes, Cowboy Beebop , Samurai Champloo o la insoportable y sobrevalorada Evangelion, pero fenómenos mundiales como Naruto o Dragon Ball, víctimas eternas de su propio éxito, han llegado al punto de ser más parecidas a un culebrón que a esas adorables series de los 70 y 80 que no siempre han soportado bien el paso del tiempo.

Por lo demás, me he divertido mucho con su artículo y sólo puedo sino darle las gracias por escribirlo.

Vicente Luis Mora dijo...

Contesto a ambos a la vez: 1. Si hiciésemos una tabla de duraciones medias de las series narrativas para adultos (esto es: no infantiles o juveniles) que son realmente universales, o transnacionales, o el término que elijan, en un 80% estarían entre los 40 y 50 minutos, preparadas para durar en la emisión en pantalla 1 hora u hora y poco tras añadirles la publicidad. 2. El anime, el manga y demás productos japoneses no hacen referencia a la “gran narrativa” de la que hablo, del mismo modo que Harry Potter no sería gran narrativa si hablásemos de literatura. Son productos para jóvenes. Scolari habla en su libro sobre el gran poder de seducción que para los niños está teniendo el “glitch” de Pokémon y su modo de intervenir en la narratividad, pero los efectos, si se producen, tardarán años en llegar. 3. La televisión inglesa es más libre que la estadounidense, nada que oponer a esa aseveración. Pensemos en el último producto británico que se ajusta al tipo de narrativa global al que me refería en mi post: Black Mirror. Duración media de sus tres capítulos: 44 minutos. 4. En mi post, cuando hice las aseveraciones respecto a duración y publicidad, no había citado ninguna serie, esa declaración está en el primer párrafo de mi texto. Es después, y para otra cosa, cuando cito tres series, pero enlazadas en una larga serie elidida: “de Breaking Bad a a American Horror Story pasando por la ya clásica Lost”, por lo que no hay tres series citadas, sino una multitud engarzada dentro de una construcción sintáctica, reconociblemente asociada a la idea de pluralidad. 5. Ya le dije antes que no era el soporte lo que definía (está usted obsesionado con los soportes, Sr. Sark), la calidad o cualidad narrativa de una historia, con lo cual está claro que “Sin noticias de Gurb” no es periódico, sino literatura por entregas. Curiosamente en el caso de Dumas estaríamos ante un extraño híbrido, “literatura para periódico”, pero eso es otra historia que corresponde contar a los especialistas en literatura francesa del XIX, entre los que no me cuento.

Vicente Luis Mora dijo...

6. No tengo ningún problema en reconocer que usted ha leído más sobre series que yo, Sr. Sark, pero creo que esos árboles tan recientes no le dejan ver el bosque del que yo hablo. Apuntaba usted en sus primeros comentarios de la necesidad de entender el papel de la tecnología en todo esto, y eso es justo lo que yo digo: sean de 25 minutos o de dos horas, japonesas o españolas o estadounidenses, la inmensa mayoría de las series que triunfan por doquier están pensadas para la televisión. Para ser emitidas en pantallas televisivas a ser posible en “prime-time”. En las cadenas Premiun eso no cambia; sólo tienen la suerte de poder prescindir de la publicidad. Mejor para todos. Pero siguen siendo televisión, no es cine ni Internet. Además, hay un tema de producción: las series no las diseñan community managers, ni informáticos con un curso de guión, ni estudios cinematográficos. Las hacen productoras de televisión. Las de animación las hacen animadores, sí, pero ya he dicho que las series de animación no están dentro del tipo de narrativa al que me refiero. 7. Estoy dándome cuenta de que se me olvidó algo fundamental en mi post: si estas series estuviesen pensadas para la red, incluirían posibilidad de hipervínculos o de posibilidades interactivas (lo que sucede en YouTube, por ejemplo, con los vídeos sobre los que aparecen publicidades o vínculos enlazados a otros vídeos relacionados). Pero no. No están creadas de esa forma. Se diseñan para ser única y exclusivamente visionadas de modo pasivo y unidireccional. Esto es esencialmente opuesto a cualquier narrativa transmedia de la actualidad, sustentada en el hecho, como apunta Henry Jenkins, de que no haya consumidores sino “prosumidores” que produzcan o generen información complementaria y aporten valor propio a la narrativa vista. Las series no requieren de esa aportación, están cerradas. Luego se les añadirán sus videojuegos, sus extras, etc., pero incluso en aquellas series estudiadas como transmedia (Lost como caso prototípico, aunque hay muchísimas más), la parte “televisiva” del transmedia es rigurosamente estanca.

En todo caso, les agradezco a los tres sus profundos e interesantísimos comentarios y la oportunidad de seguir pensando y debatiendo dentro de unos marcos adecuados de respeto mutuo.

Anónimo dijo...

"El anime, el manga y demás productos japoneses no hacen referencia a la “gran narrativa” de la que hablo, del mismo modo que Harry Potter no sería gran narrativa si hablásemos de literatura. Son productos para jóvenes."

En absoluto de acuerdo. Es cierto que la mayoría de las que triunfan son las series más juveniles (que no entiendo porqué eso les impide ser "gran narrativa", ¿no hay grandes obras literarias que están dirigidas a los jóvenes?), pero muchas de ellas van dirigidas a un público adulto: "Monster", "Paranoia Agent", etc. ¡Si hasta han adaptado "El conde de Montecristo"! ¿Qué hay más "gran narrativa" que eso?

Jónatan Sark dijo...

Me temo que eso de:

>si estas series estuviesen pensadas >para la red, incluirían posibilidad >de hipervínculos o de posibilidades >interactivas

No se ha demostrado en lo que ya hay.

Que lo hay, y que lo ha habido incluso en España, caso de "Malviviendo" o "¡Qué vida más triste!". Las primeras webseries -pongamos "Lonelygirl15" en YouTube pero no producida por ellos- seguían el esquema de la corta atención que lleva a muchos productos a moverse en torno a 15 minutos. Pero poca más "interactividad".

Cuando eran adaptadas a la televisión como en el caso de "Web Therapy", la webseries de Lisa Kudrow, o en el anteriormente citado de "¡Qué vida más triste!", se estiraba la duración. La de kudrow pasaba de 3-15 a 23-28, la española incrementó segmentos para pasar de los aproximadamente 15 a los 22, también aproximados.

Esa tendencia los 15 minutos es lo que ha permitido que se sumen en espacios contenedores como los que ofrece "Adult Swim" que les han permitido mezclar animación -p.ej. "Archer"- con series de imagen real -p.ej. "Eaglehart"- entre las que se cuentan algunas creadas como webseries originalmente, quizá la más destacable sea "Childrens Hospital" que pasó de durar 5 minutos en su formato original para TheWB.com a esos 15 aprox. para su actual emisión.

El éxito ha llevado a la cadena FOX a preparar para Marzo "Animation Domination" trayendo series nuevas que se muevan de los 22 minutos de sus clásicas "Los Simpson" o "Family Guy" a los 15 de la "nueva era".

Pero no sólo de webseries que han pasado a TV podemos hablar, ni de series tradicionales que han usado complementos como las webseries para tratar de "animar el cotarro".

Porque ya se están realizando novedades en el campo de la red.

Vicente Luis Mora dijo...

bueno, "El conde de Montecristo" no me parece gran narrativa, la verdad. Lamento disentir. Gran narrativa adaptada a jóvenes me pareció la muy criticada película, pero para mi espléndida (en cuanto adaptación consciente de su época) "Romeo + Juliet" de Baz Luhrmann (1996). Otro buen ejemplo de gran narrativa 'cross over' en una serie, accesible a todos los públicos, es el que pone Sark: el Sherlock Holmes de la reciente teleserie británica, impecable, moderno y profundo.

Vicente Luis Mora dijo...

El comentario de Sark ha llegado mientras escribía el mío, disculpen la confusión. Mi anterior comentario respondía, evidentemente, al anónimo justo anterior a Sark.

Sark, se le ha escapado a usted el término: en efecto, son webseries, no teleseries, pensadas ya dualmente o más casi para internet que para televisión. También están las mobseries, creadas para teléfonos inteligentes.

Jónatan Sark dijo...

Desde hace unos 15 años las empresas que usan internet como base se han multiplicado. Mientras, otras que no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos han caído. Este es, quizá, el resumen más rápido que se puede hacer de la quiebra de Blockbuster y el auge de Netflix.

Concebida originalmente como una empresa que daba servicio de videoclub por red -enviando copias de las películas por mensajería, en sus orígenes- y que pasó a ofrecer esas mismas películas por streaming o por descarga digital según avanzaron los tiempos. También, claro, añadieron las series.

En el caso de HULU hablamos de la respuesta de los grandes a la piratería. Surge de una empresa formada por las grandes networks: ABC (Disney), NBC (Universal) y FOX (NewCorp) más algunas no tan grandes. Su intención era poner de manera gratuita -aunque con publicidad- sus contenidos online.

En el caso de Yahoo fue intentar reavivar éxitos pasados los que les llevó a crear YahooTV, del mismo modo que la posibilidad de negocio que había supuesto la venta de capítulos -al estilo iTunes- en el Play de Amazon les ha llevado a crear su propia idea de emisión de ficción on-line.

¿Por qué he hablado de estas cuatro empresas? Pues porque desde el año pasado se encuentran "emitiendo" las tres primeras. Y este año no sólo se une la cuarta sino que van a por todas. Igual que HBO tardó casi cinco años en sacar un producto para el gran público -"Los Soprano"- pese a haber demostrado ya las capacidades y ventajas en "OZ" y, antes de eso, dado muestras de lo que podían hacer en, p.ej., "The Larry Sanders Show".

Veremos si a los intentos actuales se suma el éxito con esa adaptación del magnífico clásico inglés "House of cards" que está preparando David Fincher con Kevin Spacey de protagonista y que Netflix tiene intención de estrenar este viernes, 1 de Febrero.

¿La duración prevista de los capítulos de esta serie creada para una plataforma "internetera"?

60 minutos.

Similar a la que ya tenían los anteriores intentos.

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias por toda esta información, Sark. He estado suscrito a Netflix durantte años, pero no conocía esta iniciativa que cuenta. Netflix es un invento maravilloso, aunque es una pena que no tengan más contenido en streaming.

Jónatan Sark dijo...

De esta manera, mientras las series cómicas van buscando un público esquivo desgajándose como Sketchs al estilo de lo que Funny or Die ha estado haciendo o lo que he mencionado de Adult Swim y similares, las series dramáticas siguen usando la pauta de los 60 minutos.

Quizá por que es el formato más habitual, quizá porque sus creadores -pensemos en el "Dr. Horrible Sing-Along Blog" de Whedon con sus episodios de 45 minutos aprox.- provienen del medio televisivo.

Pero, en cualquier caso, han decidido que el medio es distinto pero la forma de articular se(incluyo aquí la necesidad de pausas y cierre de actos)es la misma.

Jónatan Sark dijo...

Pues es un movimiento que lleva preparándose unos años y que parece que explotará este. La misma necesidad que tuvieron los canales "premium" para sobrevivir que llevó a plantemanientos contrapuestos como los de AMC y TVLand a crear producción propia que atrajera público es lo que está llevando a las plataformas de internet a hacerlo.

Amazon Studios lleva 2 años en preparación, se supone que tiene 6 proyectos -todos comedias- muy avanzados. y 14 más, que incluyen dramas, en desarrollo.

YahooTV empezó el año pasado con "Cybergeddon" de Anthony Zuiker -creador de CSI- en una serie de acción de 10 minutos a modo de prueba. Como les salió bien están preparando más cosas.

Hulu lleva con series originales desde 2011 con la revista de tv "The Morning After" (5 min) y el documental "A Day in the Life" (aprox. 20 min) auqneu su primera serie real fue el año pasado con "Battleground" mitad drama político, mitad comedia que dura 22 minutos aprox. De nuevo, funcionó así que ya tienen preparado un documental de viajes,"Up To Speed", y en preparación varias series.

Netflix comenzará propiamente dicho con "House of Cards" aunque ya el año pasado sacó "Lilyhammer", un drama en coproducción con un canal noruego que duraba 46 minutos. Pero HoC no será lo último, tiene preparada la dramedia de 40 minutos "Orange Is the New Black" y la serie de fantástico/terror "Hemlock Grove" de 60 para continuar, así como la 4ª temporada de "Arrested development". Todas ellas en exclusiva para su plataforma.

El asunto es, ¿cómo las consideramos entonces? ¿Webseries? ¿Series de TV? ¿Ficción audiovisual serializada?

Vicente Luis Mora dijo...

Entiendo que habrá que estudiarlas, como te comentaba, desde su naturaleza dual, si van a emitirse también por televisión. En otro caso, serán webseries con sus propias reglas (la conectividad, imagino, entre ellas). Pienso en las minicomedias grabadas ex profeso para Funny or Die, esa página que centraliza el humor visual en los últimos años. Will Ferrell ha hecho algunos ¿cortos? memorables aquí, como este "The Landlord" donde pone a la hija de un amigo a hacer de malvada, rescribiendo las películas de gángsters: http://www.funnyordie.com/videos/74/the-landlord-from-will-ferrell-and-adam-ghost-panther-mckay

Vicente Luis Mora dijo...

La cuestión más interesante será: ¿aprovecharán los "webguionistas" o "redguionistas" de estas webseries (perdón por los palabros) las posibilidades de los nuevos medios, o se limitarán a hacer series como las de toda la vida, tamizadas tan sólo por la novedad de su distribución en línea? Habrá que estar atentos a ello.

Jónatan Sark dijo...

Por cierto, en "Piratas de Textos" (Paidos, 2010) Henry Jenkins habla de la evolución televisiva y de la creación de comunidades de "fanes" que comentan, hablan, intercambian, etc...

Un suceso similar al que causaría "Lost" sólo que centrado en seguidores de series como "La bella y la bestia", "Star Trek: The New Generation", "Los siete de Blake" o "Alien nation".

Hablaba de las campañas para salvar series, de la cooperación para localizar y mover capítulos y, por supuesto, de los "fanfictions" que les permitían interactuar y continuar con las tramas de esas series e, incluso, colocar en situaciones... indecorosas... a esos mismos personajes. También de las convenciones dedicadas y, en general, del "movimiento fan" creado a partir de productos audiovisuales y potenciado por la reciente popularidad de internet.

Sí, reciente. Porque aunque aquí se publicara en 2010 tal y como destilaban las páginas del libro y las series elegidas estábamos ante un ensayo originalmente editado en 1992.

Así que, bueno, hay algunas cosas que parecen que no cambian tanto.